Este famoso refrán cobra verosimilitud con Eduardo VIII de Inglaterra, duque de Windsor, tras su abdicación en 1936.
Este hombre que abandono un trono por amor, fue incapaz de mostrar gratitud hacia Walter Monckton, su asistente personal, que no dudó en seguirle al exilio cuando contrajo matrimonio con la divorciada estadounidense Wallis Simpson. Tras más de treinta años a su servicio, a la hora de su jubilación, el duque de Windsor se limitó a regalarle una pitillera... Y por si fuera poco, ¡con su nombre mal escrito!
Este hombre que abandono un trono por amor, fue incapaz de mostrar gratitud hacia Walter Monckton, su asistente personal, que no dudó en seguirle al exilio cuando contrajo matrimonio con la divorciada estadounidense Wallis Simpson. Tras más de treinta años a su servicio, a la hora de su jubilación, el duque de Windsor se limitó a regalarle una pitillera... Y por si fuera poco, ¡con su nombre mal escrito!
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