miércoles, 29 de diciembre de 2010

UN PASEO POR LA NOCHEVIEJA



Todas las culturas o países, siempre han celebrado desde la más remota antigüedad el paso de un año a otro.

Está muy claro que el ser humano siempre ha tenido la necesidad de creer en algo o alguien superior a él, para pedirle o para ofrendarle, pero lo que sí es totalmente cierto, que antes o después todos pedimos o damos gracias de alguna manera más o menos privada como muy personal y, que en la mayoría de los casos, nos avergonzamos si tuviésemos que contarlo a alguien.

Es justo en ese momento, cuando nacen las creencias, los miedos, los tabúes, las supersticiones, las dudas y un interminable rosario de adjetivos, para una sola cosa: “cada persona es un mundo”.


La Nochevieja está forzosamente ligada a todo lo antedicho, porque cada cual la celebra como le viene en gana según sus creencias, costumbres o tradiciones. Sin olvidar que cada año puede ser diferente según con quién la podamos celebrar, adaptándonos así, a un acuerdo de grupo o familiar para su celebración, incluidos los rituales pertinentes de acuerdo con la noche.

La costumbre de tomar las supuestas uvas de la suerte, es relativamente reciente, pues arranca de la brillante idea de los cosecheros españoles de 1909, que ante la híper producción de cosecha con la que se encontraban y sin poder darle salida al mercado, pensaron antes de que se les echase encima el tiempo de la recolecta, que de este modo y con un nuevo y alternativo enfoque de consumir las uvas, orientadas a una celebración y petición de buena suerte para el siguiente año, despacharían sus uvas sin despeinarse, viéndose muy sorprendidos, cuando en realidad le faltaron uvas. Esta tradición de hace tan sólo un siglo, sólo se celebra en España.

No obstante, no debieron estar muy mal informados, pues es bien sabido, que ya los romanos y otras culturas, comían lentejas, a las que se les atribuía como semilla que es, el poder de regeneración y prosperidad después de su siembra. Y si hacemos un poco de memoria, a aquél hombre cazador que encontraron en los hielos con unos cuantos miles de años en su cuerpo, le encontraron una bolsa que pendía de su cintura conteniendo granos de trigo entre otros, como símbolo de regeneración de energía vital para la subsistencia, y seguro, que lo llevaría como amuleto para obtener una buena caza.

Hay muchas y variables formas de celebrar el paso de un año a otro y, para eso sólo tenemos que tener ganas de ponerle chispa a esa mágica noche.

1 – La mayoría de las mujeres y, cada vez más hombres, usan esa noche ropa interior de color rojo, puesto que al mencionado color se le atribuyen muchas propiedades que van desde su simbolismo con el amor, suerte, energía y el fuego.

2 – Es costumbre divertida, pedir suerte y riqueza al próximo año con una copa de cava en la que introduciremos un anillo de oro o un pendiente inmediatamente antes de empezar las campanadas, para una vez acabadas, poder beber de ese símbolo como es el oro bañado en el dorado cava.

3 – Encender velas doradas o blancas esparciéndoles purpurina dorada para que ardan durante la cena y campanadas, dejándolas consumir al tiempo que expresamos nuestros deseos para el año venidero.

4 – Podemos escribir en dos papelitos, de igual forma que en la noche de San Juan, todo lo malo de lo queremos dejar atrás con el viejo año en un papel que no debe leer nadie y, quemarlo en la vela hasta su total consumición, para una vez pasadas las campanadas, quemar de la misma forma, el otro papel que anteriormente hemos pedido nuestros deseos al nuevo año. Se puede celebrar en grupo.

5 – Levantar la copa para brindar con un anillo o moneda dentro, nos ponemos purpurina dorada en el pelo esparciendo también en la casa, y con ropa interior roja levantamos el pie izquierdo, permitiendo al pie derecho que sea el primero en pisar el nuevo año con las campanadas, luego Chin Chin y, “pa dentro”.

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