En la mañana más mágica del año, en la que todos estamos esperando escuchar nuestro número premiado en el Sorteo Especial de Navidad y, con el gusanillo en el cuerpo, hemos tenido ocasión de gozar a un tiempo, de un ambiente apropiado, mágico y bello, pues con nuestra presencia en la ruinas de la Ermita de San Sebastián envuelta por esa misteriosa niebla que la hace un punto singular, hemos tenido ocasión, de acercarnos un poco más a la información aportada por los concejales correspondientes de Obras y Servicios, de Cultura y el propio Alcalde.
Los medios de la información que han estado presentes, han recogido, aparte de unas imágenes del proceso de consolidación que se está llevando a cabo de esta Ermita, también, las palabras de los representantes municipales, dejándonos constancia del enfoque y acondicionamiento que se le está dando a este centenario lugar, ya que es un evidente icono adulto cargado de historia, que una vez inaugurada esta actuación de urgencia para evitar su deterioro y, como consecuencia su desaparición total, será un referente turístico, paisajístico y pintoresco tanto para el visitante como para los propios ciudadanos de Cehegín, que no sólo podrán tomarlo como un motivo de pasear hasta allí como una ruta de ocio, sino que para algunas personas, serán recuerdos de la infancia vividos de nuevo, refrescando nuestra mente las diversas historias aquí acaecidas.
No quisiera despedirme en este breve artículo, sin rememorar su objetivo principal, pues, como advocación y culto a San Sebastián como protector contra los grandes vientos, y en su origen cristiano, contra las pestes, en las diversas épocas de cólera que Cehegín tuvo que soportar, siendo en 1885 una de las más notables por el número de fallecidos por esta epidemia, fue a este Santo al que mas se le hacían todo tipo de peticiones y rogativas.
Tal es así, que puesto que el camino o vereda antiguo pasaba justo bajo los muros de la mencionada Ermita del Santo, cuando las gentes del campo tenían que vender sus productos agrícolas, realizaban el intercambio en los remansos del río y al amparo del protector, depositando los frutos en el agua, para que se lavaran y evitar el contagio, así como, el comprador, depositaría las monedas también en el agua, para que al recogerlas el agricultor, no fuese tampoco contagiado.
Francisco Ortega Bustamante.
Los medios de la información que han estado presentes, han recogido, aparte de unas imágenes del proceso de consolidación que se está llevando a cabo de esta Ermita, también, las palabras de los representantes municipales, dejándonos constancia del enfoque y acondicionamiento que se le está dando a este centenario lugar, ya que es un evidente icono adulto cargado de historia, que una vez inaugurada esta actuación de urgencia para evitar su deterioro y, como consecuencia su desaparición total, será un referente turístico, paisajístico y pintoresco tanto para el visitante como para los propios ciudadanos de Cehegín, que no sólo podrán tomarlo como un motivo de pasear hasta allí como una ruta de ocio, sino que para algunas personas, serán recuerdos de la infancia vividos de nuevo, refrescando nuestra mente las diversas historias aquí acaecidas.
No quisiera despedirme en este breve artículo, sin rememorar su objetivo principal, pues, como advocación y culto a San Sebastián como protector contra los grandes vientos, y en su origen cristiano, contra las pestes, en las diversas épocas de cólera que Cehegín tuvo que soportar, siendo en 1885 una de las más notables por el número de fallecidos por esta epidemia, fue a este Santo al que mas se le hacían todo tipo de peticiones y rogativas.
Tal es así, que puesto que el camino o vereda antiguo pasaba justo bajo los muros de la mencionada Ermita del Santo, cuando las gentes del campo tenían que vender sus productos agrícolas, realizaban el intercambio en los remansos del río y al amparo del protector, depositando los frutos en el agua, para que se lavaran y evitar el contagio, así como, el comprador, depositaría las monedas también en el agua, para que al recogerlas el agricultor, no fuese tampoco contagiado.
Francisco Ortega Bustamante.
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