No se me ocurre nada ante tu presencia, es como quedarme petrificado después de tanto tiempo esperando encontrarme delante tuyo, deseando llevarte conmigo al mismísimo corazón de la naturaleza para invitarte a una copa de aire puro o, quizás un cóctel de romero y tomillo adornado con espliego, pensar que podríamos hablar mirando el ocaso enrojecido de un día cualquiera e improvisado.
Imaginaba que, podíamos peinar el viento con nuestros dedos entrelazados de una mano y, atrapar las nubes con la otra, sonreír con el fresco de la noche casi intentando contar estrellas, algunas, no todas.
Quería que llegara este momento a toda costa, para cubrir tu cuerpo con los colores vivientes de las mariposas primaverales, invitarlas a beber de tu néctar color ámbar, sentir la cercanía de lo que tan lejos veía.
Y ahora…no se me ocurre nada. Qué pensarás de mí en el silencio de tus sellados labios… ¡Dios! Con lo que he soñado con ellos en las interminables noches del gélido invierno, intentando calentarme con la ilusión fantasmal de tu presencia.
No se me ocurre nada…tantas cosas preparadas, apiñadas en mi mente intentando parir mis sesos esparciéndolos por esa habitación sin forma, sin techo, sin paredes…como un universo de dos, pero sin permitir que exista ni el espacio ni el tiempo.
Dejaba que la ley de la gravedad me atrajera con su fuerza. Tu gravedad. Deseaba convertirme en tu único satélite esperando este momento para fundirme contigo y, ahora…no se me ocurre nada.
La tijera de tu presencia ha seccionado mi mente y enmudecido mi boca, ha cortado con sus afiladas hojas tantos sueños acumulados y proyectos embrionarios gestándose en mi interior que…ahora no se me ocurre nada.
Deseaba con todas mis fuerzas y las que he robado del universo y de la tierra, que pudiera alguna vez vivir este momento, atreviéndome a usurpar tu más recóndito interior para conocerte en cuerpo y alma. Sentir el compás estimulante de tu corazón marcando el paso a paso que deberíamos seguir una vez juntos, pero…no se me ocurre nada.
Apenas recuerdo tu cara de ángel en aquélla primera vez y, he soñado con ver tus alas crecer para contemplar como despegarías en un vuelo alto, los colores del arco iris producidos con unas gotas de rocío al humedecer la seda de tu cuerpo estrellándose en él los rayos del sol matutino al despertar y…no se me ocurre nada.
Estaba convencido que no iba a ser un sueño si alguna vez ocurría, que era capaz de enfrentarme a la magnitud del momento, incluso vencer a gigantes como lo hizo David con Goliat para poder estar a tu lado y, ahora que te tengo ante mis propias narices…no se me ocurre nada.
Quizás debería salir corriendo como el mayor de los cobardes, no detenerme jamás ni volver mi cabeza a esta realidad que me aplasta como una pesada losa marmórea, trepar por las gotas de lluvia para ascender en contracorriente hacia lo más alto perdiéndome en el infinito pero…no se me ocurre nada. O quizás sí…
Autor: Francisco Ortega Bustamante
No hay comentarios:
Publicar un comentario