Fragmento de mi novela: "Memorias de un Espejo".
En las calurosas tardes estivales, descendíamos como corzos por los ribazos del “tío Parreño”, para ahogar nuestras penas en las “baeras” del cercano río que nos esperaban ansiosas, con su entonces trasparentes aguas, y nos refrescábamos nuestros jóvenes cuerpos en “pelota picá”.
En las calurosas tardes estivales, descendíamos como corzos por los ribazos del “tío Parreño”, para ahogar nuestras penas en las “baeras” del cercano río que nos esperaban ansiosas, con su entonces trasparentes aguas, y nos refrescábamos nuestros jóvenes cuerpos en “pelota picá”.
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