El “Maestro Armero”, fue un personaje muy conocido en Cehegín, y aún en la actualidad se le sigue nombrando y perpetuando su apodo, que indudablemente lo heredó de su oficio de reparar armas de fuego y quizá que alguna otra.
Algunos testimonios del saber popular, lo sitúan tres o cuatro generaciones atrás respaldados por lo que sus padres y abuelos contaban, pero eso sería muy poco si este nombre no estuviera tan extendido, ya que muchos jóvenes en la actualidad siguen recordando un dicho popular:
“Capullos Lola, como decía el Maestro Armero; el Pijo Once, como decía la Maestra Gañana”.
Esta mujer, fue otro personaje que se dedicaba al oficio de “barbera”, afeitando a los hombres que acudían a ella solicitando este menester, labor que ofrecía en su casa situada justo debajo del muro del Paseo de la Concepción en la calle Cirugeda. En el caso de ella, lo situamos en el primer cuarto del siglo XX.
Pero retomando el caso del “Maestro Armero”, diremos que, al parecer pudo cometer alguna imprudencia en su tiempo, como hipotéticamente algún delito menor que le costó el destierro a unas cuantas leguas de la Villa, eligiendo él donde instalarse para no perder el vínculo total con Cehegín, pues en parte, su supervivencia dependería junto con la de su familia, de poder seguir reparando armas de sus asiduos clientes Cehegineros, al mimo tiempo, que a las distinguidas clases sociales, no les interesaba que se alejase demasiado, encargándose su esposa del transporte de las armas a reparar y entrega de las mismas, previo cobro de su importe, labor que hacía valiéndose de un animal de carga caminando hasta el refugio que él se construyó al otro lado de los altos montes de Burete.
Hoy, he visitado los parajes por donde el “Maestro Armero” transitaba y residía, pues acompañado por un amigo de avanzada edad que transitó aquéllos lugares desde muy joven acompañando a su padre primero y, luego sólo, para recoger abultadas cargas de leña, me contaba en el lugar, los puntos concretos con todo lujo de detalles y una espléndida memoria, donde se refugiaba, sembraba y trillaba aquél hombre de hace más de doscientos años.
Algunas fotos tomadas en el lugar a primeras horas de la mañana, sirven de testimonio ocular o gráfico, para que nosotros mismos construyamos la idea viajando en el tiempo.
En la actualidad, su destartalado refugio, nos demuestra que fue reforzado y reutilizado para algunas necesidades de una cercana cantera, pero yo personalmente he comprobado, que en aquél tiempo de caminos sólo de herradura, este refugio, esta situado justo en el centro de algunas de las talas que él utilizaba para sus cultivos regados con aguas de los barrancos cuando llovía, o, de la “Fuente de la Erica”, pues a pocos metros monte arriba, es donde se trillaba y aventaba el escaso grano que recogía, pues hasta allí llega la “Cuesta de la Erica”, que es por donde Alfonso Sánchez Marsilla, llegaba con su animal de carga a recoger leñas muertas de aquéllos montes.
Un poco más adelante y con nuevos datos, podremos ampliar y mejorar todo lo referido al mencionado personaje, así, como de los testimonios o comentarios que vosotros podáis aportar a través de este blog.
Algunos testimonios del saber popular, lo sitúan tres o cuatro generaciones atrás respaldados por lo que sus padres y abuelos contaban, pero eso sería muy poco si este nombre no estuviera tan extendido, ya que muchos jóvenes en la actualidad siguen recordando un dicho popular:
“Capullos Lola, como decía el Maestro Armero; el Pijo Once, como decía la Maestra Gañana”.
Esta mujer, fue otro personaje que se dedicaba al oficio de “barbera”, afeitando a los hombres que acudían a ella solicitando este menester, labor que ofrecía en su casa situada justo debajo del muro del Paseo de la Concepción en la calle Cirugeda. En el caso de ella, lo situamos en el primer cuarto del siglo XX.
Pero retomando el caso del “Maestro Armero”, diremos que, al parecer pudo cometer alguna imprudencia en su tiempo, como hipotéticamente algún delito menor que le costó el destierro a unas cuantas leguas de la Villa, eligiendo él donde instalarse para no perder el vínculo total con Cehegín, pues en parte, su supervivencia dependería junto con la de su familia, de poder seguir reparando armas de sus asiduos clientes Cehegineros, al mimo tiempo, que a las distinguidas clases sociales, no les interesaba que se alejase demasiado, encargándose su esposa del transporte de las armas a reparar y entrega de las mismas, previo cobro de su importe, labor que hacía valiéndose de un animal de carga caminando hasta el refugio que él se construyó al otro lado de los altos montes de Burete.
Hoy, he visitado los parajes por donde el “Maestro Armero” transitaba y residía, pues acompañado por un amigo de avanzada edad que transitó aquéllos lugares desde muy joven acompañando a su padre primero y, luego sólo, para recoger abultadas cargas de leña, me contaba en el lugar, los puntos concretos con todo lujo de detalles y una espléndida memoria, donde se refugiaba, sembraba y trillaba aquél hombre de hace más de doscientos años.
Algunas fotos tomadas en el lugar a primeras horas de la mañana, sirven de testimonio ocular o gráfico, para que nosotros mismos construyamos la idea viajando en el tiempo.
En la actualidad, su destartalado refugio, nos demuestra que fue reforzado y reutilizado para algunas necesidades de una cercana cantera, pero yo personalmente he comprobado, que en aquél tiempo de caminos sólo de herradura, este refugio, esta situado justo en el centro de algunas de las talas que él utilizaba para sus cultivos regados con aguas de los barrancos cuando llovía, o, de la “Fuente de la Erica”, pues a pocos metros monte arriba, es donde se trillaba y aventaba el escaso grano que recogía, pues hasta allí llega la “Cuesta de la Erica”, que es por donde Alfonso Sánchez Marsilla, llegaba con su animal de carga a recoger leñas muertas de aquéllos montes.
Un poco más adelante y con nuevos datos, podremos ampliar y mejorar todo lo referido al mencionado personaje, así, como de los testimonios o comentarios que vosotros podáis aportar a través de este blog.
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