“El Viejo de la Montaña”
La secta estaba formada en torno al misterioso personaje Hassan Ibn Sabbah, conocido como “El Viejo de la Montaña”, quién desde su fortaleza de Alamud (una inexpugnable fortificación en Mazenderan, al sur del mar Caspio) atemorizaba y controlaba a los emires y sultanes del Oriente islámico.
Iniciación con hashish
Uno de los aspectos más sorprendentes de esta secta, son los métodos de captación que utilizaba el Viejo de la Montaña: el hashish formaba parte del ritual secreto de la orden. Los adeptos se comían la resma de cannabis y se sentían trasladados a un paraíso terrenal. Como Hassan no disponía de ejército regular, enviaba pequeños comandos de seis hombres (los Jidawis), en misión suicida.
Su gran eficacia les hizo ser un grupo verdaderamente temible. Su importancia declinó a lo largo de los siglos XIII y XIV con la invasión de los mongoles que saquearon todos los castillos de la secta, y acabaron con su reinado de terror. Estos palacios donde se escondían estaban rodeados por muros para que nadie pudiera entrar en ellos, y allí crecían hijos de campesinos, que estudiaban lenguas, matemáticas, y, por supuesto, el Corán, lo que los convirtió en centros culturales de primer orden.
La secta estaba formada en torno al misterioso personaje Hassan Ibn Sabbah, conocido como “El Viejo de la Montaña”, quién desde su fortaleza de Alamud (una inexpugnable fortificación en Mazenderan, al sur del mar Caspio) atemorizaba y controlaba a los emires y sultanes del Oriente islámico.
Iniciación con hashish
Uno de los aspectos más sorprendentes de esta secta, son los métodos de captación que utilizaba el Viejo de la Montaña: el hashish formaba parte del ritual secreto de la orden. Los adeptos se comían la resma de cannabis y se sentían trasladados a un paraíso terrenal. Como Hassan no disponía de ejército regular, enviaba pequeños comandos de seis hombres (los Jidawis), en misión suicida.
Su gran eficacia les hizo ser un grupo verdaderamente temible. Su importancia declinó a lo largo de los siglos XIII y XIV con la invasión de los mongoles que saquearon todos los castillos de la secta, y acabaron con su reinado de terror. Estos palacios donde se escondían estaban rodeados por muros para que nadie pudiera entrar en ellos, y allí crecían hijos de campesinos, que estudiaban lenguas, matemáticas, y, por supuesto, el Corán, lo que los convirtió en centros culturales de primer orden.
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